miércoles, 30 de noviembre de 2005

Tristura

Asumir la tristeza es un proceso complicado, asumir que te derrites por dentro, que de repente todo se oscurece, que por más que mires al frente no encuentras la luz de salida del maldito túnel. Tú, risa entre las sonrisas, de repente te has apagado, te obcecas en salir del callejón, te rebelas, te retuerces, pataleas y lloras, como una niña que no entiende por qué su madre le ha quitado los caramelos que tanto le gustaban y que ella misma le ha regalado. ¡Qué complicado es llevar la agonía! Yo no quiero estar triste, no quiero estar melancólica, no quiero recordar lo que hubo y ya no hay, no quiero pensar en lo que pudo haber sido y no es, en la dependencia que siente mi cuerpo hacia todo lo que me rodea, en lo sola, y digo SOLA, en el sentido literario de la palabra, que me siento aunque esté acompañada. Sólo me encuentro bien cuando estoy triste, es el momento en que me encuentro, justo el instante en que encuentro mi sitio, pero cómo hacer para evitarlo, porque en el fondo, deseo evitarlo, y miro el reloj para que las horas pasen más rápido, los días en el calendario caigan uno detrás de otro, y pase el tiempo, ese tiempo que todo lo cura, que parece no llegar, y es que yo deseo que llegue, quizás debería esperar un poco menos, quedarme quieta y dejar que todo pase, pero no puedo, nací luchadora, y así moriré, lo siento chicos, pero no nací para verme triste, ni amargada, ni con ganas de llorar desde que me levanto hasta que me acuesto, nunca desee sentirme así.

La autoestima es algo que desconozco últimamente, porque ni siquiera sé dónde está y en qué estado, yo me levanto todos los días, con más o menos esfuerzo, me meto en la ducha e intento cantar, como hacía antes, e incluso bailo, pero… luego mire por donde mire, el aire me sabe rancio, el humo del tabaco me transporta a otra atmósfera, y allí me quedaría, en un rincón a oscuras, donde nadie viniera, donde nadie me recogiera, me gustaría quedarme allí y no salir, al poco rato, me cambia el chip, y decido que no puede ser, que la vida no es así, que son dos días y hay que vivirla, pero entonces la vivo sin ganas, todo lo que hago, lo hago sin ganas, porque nunca se me dio bien eso de hacer las cosas sin una causa por la que luchar, y estoy descentrada allí donde estoy, así que ya sabéis, mi mirada perdida quiere decir que, yo lo intento pero, no os escucho, no os oigo, sois voces lejanas en mi cabeza que parecen ahogarse junto conmigo en mi pequeña cucharita de jarabe. Parece que no te puedes ahogar en ese volumen, pues sí, se puede, yo me estoy haciendo experta en pequeños naufragios, y en montañas rusas también, y eso, que la adrenalina no es lo mío.

Aquí estoy, una tarde más, delante del ordenador, en el trabajo, y sin rendir, llevo un mes que no doy pie con bola, que se dice vulgarmente, y es que no logro concentrarme, ni siquiera logro leer dos líneas seguidas sin que la cabeza me de vueltas y vueltas, y me siento mal, me siento triste, la tristura me acoge y se ha apropiado de mí, tengo que dejarla fluir para que se vaya, porque al fin y al cabo, es un fantasma más, y contra más lucha con él, más tiempo se queda a tu lado, y no se irá hasta que no cumpla su función, y yo supongo que me cambiará, que hará que las cosas después de este tiempo sean diferentes. Nunca diré que mejores, porque hubo tiempos muy buenos en mi vida, quizá mejores estén por llegar, aunque por ahora…. Tal vez me quede sentada en mitad del túnel durante un tiempo, a ver si de repente la luz se enciende y puedo ir hacia ella.

Tristura..., esa canción que quienes hace muchos años que me conocen sabrán recordar.

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