sábado, 18 de septiembre de 2010

Welcome back!

Hoy vuelvo a casa, vuelvo a tocar el teclado de este ordenador con un fin completamente personal, no laboral, no con el fin de que nadie me oiga, sólo porque quiero escribir.
Los años no han pasado en balde, ahora somos más viejos, más conscientes, o tal vez no, pero seguramente somos más felices. Ahora que los tiempos no acompañan, que esta maldita crisis nos aprieta, y nos ahoga lo justo para no alcanzar a morir pero sí a sufrir, ahora que el mundo es más difícil que ayer, valoramos más las pequeñas cosas.
Tal vez era necesario recordarnos el dolor, el sufrimiento, la austeridad, para agarrarnos a lo bello de cada día, al amor, a la confianza, al día a día, con lo justo, sin lujos. Tal vez aprendamos algo de estos años, y podamos enseñarles algo a nuestros hijos, que el dinero viene pero es traidor, que los caprichos forman parte de nuestra vida, pero debemos ser capaces de no desearlos, o de sentir simplemente eso, el deseo, y no la posesión. En estos días cuatro paredes, aunque recojan poco espacio, son mucho. Y los dos pimientos que quedan en la nevera, son una rica cena si los mezclamos con huevo y patata y aliñamos la cena con agua del grifo (al fin y al cabo, dicen que el agua de mi ciudad es muy buena), está caliente y es más de lo que muchos tienen.
Hoy doy gracias porque el lunes me levantaré pronto porque tengo un sitio en dónde trabajar, y donde soñar con mi marido y mi perro que estarán por la noche, cuando juntos recordemos que el mundo no puede con nosotros si nos sujetamos los unos a los otros.

Aquí firmo mi vuelta, no sé si será larga o corta, pero vuelvo a casa, porque escribir lo que se me pasa por la cabeza me cura el alma y me devuelve algo de mi optimismo.